Capítulo 1 – la confianza rota
“los medios no son, en absoluto, un canal para los grandes
acontecimientos del día. Los medios construyen y presentan al público un
pseudo-entorno que moldea de forma significativa la manera en que este ve el
mundo” (Maxwell McCombs, 2006)
En la vida
cotidiana de los seres humanos del siglo XXI ya no se puede dudar de todo. Hay
que confiar en los denominados “sistemas abstractos” o “sistemas expertos” [1]
que resuelven nuestras necesidades, aunque no sepamos bien cómo lo hacen. La llamada
era de la globalización nos exige pivotear en algunos saberes fácticos sobre
los cuáles es preciso no dudar. Es importante para mí no tener presente todo el
tiempo si el transporte colectivo al que subo me llevará a destino, si está
confeccionado por materiales resistentes y adecuados al trayecto que voy a
realizar, si elegirá una ruta segura, y si al llegar recogeré mi equipaje o no.
No necesito saber cómo se resolverá, pero se resolverá. Aunque es cierto que
algo puede salir mal, soy muy poco consciente de los mecanismos intrínsecos de
cada una de las fases de mi viaje que lo van haciendo posible.
En “mi mundo”,
la máxima preocupación está dada por la selección del vehículo correcto o si la
demora es considerable. Esta confianza en los sistemas expertos, nos garantiza en teoría, mejorar nuestra calidad
de vida. Los sistemas expertos son a nuestro mundo cotidiano como un gran
supermercado que nos permiten no tener que salir a cazar o pescar para
conseguir nuestro alimento. Se trata de construcciones colectivas que reducen
la complejidad de las sociedades modernas. Como contrapartida, estos sistemas
expertos nos exigen su absoluta confianza para garantizar la certidumbre en la
cotidianeidad. La tecnología es el modo asequible de manipular y comprender la
naturaleza, con el consiguiente corolario de opacar la capacidad de comprensión
(en términos generales) de los procesos o procedimientos intrínsecos que hacen
posible que me traslade de un punto a otro o pueda comprar el tornillo que me
hace falta. A modo de ejemplo: no necesito saber como funciona un automóvil
para subirme y manejarlo, o cómo está programado el software de facturación del
comercio que vende pañales.
Cotidianamente utilizo estos sistemas de manera
directa o indirecta sin preocuparme por cómo funcionan salvo cuando algún problema
grave acontece. Desde el punto de vista de los modos por los cuales nos
comunicamos y recreamos el mundo que nos rodea, sucede algo similar. Deberíamos
confiar en que los sucesos trasmitidos por los medios de comunicación, son
importantes, útiles, y singulares. Deberíamos confiar que fueron seleccionados
en lugar de otros porque representan algún tipo de interés común, o que tienen
alguna relación directa o indirecta para nuestra vida en comunidad. Deberíamos
confiar. Pero no confiamos más. Sucede que la construcción simbólica de la
realidad de las sociedades complejas de siglo XX y XXI está mediada por
agencias monopólicas u oligopólicas que impiden al sujeto medio obtener
información confiable de lo que lo rodea, es decir, de su vivir y transcurrir
en sociedad. En líneas generales de manera introductoria podemos decir que se
ha quebrado la confianza en el sistema “experto” de información proveniente de empresas y cadenas noticiosas concentradas.
Durante
muchos años no se pusieron en tela de juicio al mensaje y al mensajero. Los
estadounidenses creyeron que había armas de destrucción masiva en Irak, y que su
país invadía a Afganistán en busca de Bin Laden. En el ámbito local creímos que
las noticias que provenían de los medios teóricamente más encumbrados no podían
ser tan burdas y direccionadas hacia intereses corporativos. Nos equivocamos. Este
es el punto de partida para poner en discusión la confianza depositada en los
medios periodísticos tradicionales y hegemónicos de occidente, de Latinoamérica
y de Argentina en particular. La fiabilidad se ha roto. Cuando un periódico de
los medios dominantes afirma, está sosteniendo un interés corporativo o quizás
mintiendo. Cuando niega está ocultando. Cuando se queja o reclama por la falta
de libertad de prensa, defendiendo su libertad de empresa. En este contexto de tergiversación es en
dónde el pueblo se siente indefenso en
el ámbito noticioso.
Nuevas modalidades de interrelación electrónica están
poniendo límites a los poderes mediáticos concentrados y a los poderes fácticos
en general, cómo hemos visto durante todo el año 2010, 2011 y 2012, en Europa
con los indignados, en África con las
revueltas populares convocadas por la red social Twitter, en Chile con las
marchas estudiantiles, en México con “yo soy 132” y en los EEUU con los Occupy
Wall Street. Las marchas y movilizaciones populares a favor de la Ley de Servicios
de comunicación audiovisual, las
investigaciones sobre PAPEL PRENSA S.A. en la Argentina y el grupo
autodenominado 678-facebook son expresiones antimonopólicas vernáculas que han
impulsado de manera ineludible la redacción del presente trabajo.
Verdad,
realidad, ficción y opinión parecieran ser las caras de una misma moneda en la
era de la desinformación global. De hecho, lo son. Son las caras de la moneda
de los grupos concentrados de la información y la comunicación: su verdad, su realidad, su ficción y
su opinión disfrazada de neutralidad
e independencia. Las voces audibles y las caras visibles de estas verdades y
realidades son los periodistas “independientes” que nos ofrecen sus “opiniones
neutrales” en medios de comunicación “libres” que seleccionan “lo importante”
de lo acontecido para que nosotros nos ahorremos el “trabajo”. Se trata de una
serie de patrañas de enormes consecuencias en términos de capacidad de
comprensión de nuestro propio contexto de cotidianeidad. En definitiva, se
trata de un gran artefacto construido en desmedro de nuestra libertad de
elegir, en tanto consumidores de noticias y en tanto ciudadanos en torno a una colectividad
determinada.
Un ejemplo muy claro del problema se vio en Estados Unidos a
comienzos del 2004, un tiempo después de la invasión de Irak. Una encuesta
realizada por la Universidad de Maryland descubrió que la gente que recibía las
noticias e informaciones de Fox News tenía una visión completamente diferente
de las circunstancias que habían llevado a la guerra que la gente que leía
periódicos o veía otros canales. El 60% de los estadounidenses y un 80% de los que miraban Fox News creían
al menos una de estas tres falsedades: 1) se descubrieron armas de destrucción
masiva en Irak; 2) existían pruebas de una alianza entre Irak y Al-Qaeda; 3) la
opinión pública mundial apoyaba la intervención militar estadounidense en Irak.
El 45% de la audiencia de Fox News creían las tres cosas a pesar de que hacía
mucho que todos los otros medios y el gobierno habían admitido que no había
terroristas ni armas de destrucción masiva y muy poco apoyo global. La mayor
parte de los periódicos tampoco verificaron ni pusieron en duda las falsas
afirmaciones de la Administración Bush (Mandel, Klinemberg- 2004, Serrano 2009-
Ramonet 2011) .
En la Argentina, el nivel de confianza en los medios masivos de
comunicación es uno de los más bajos de Latinoamérica. Así se demuestra en un
estudio realizado por “Perspectivas desde el Barómetro de las Américas” del año
2012, realizado por Matthew L. Layton de la universidad de Vanderbilt. En el
estudio, la Argentina sólo es superada por Trinidad Tobago en términos de desconfianza
comparativa: “Los resultados en este informe de Perspectivas sugieren que los
medios masivos de comunicación en América Latina y el Caribe actualmente
disfrutan moderados niveles de confianza en buena parte de la región. Sin
embargo, hay señales que no todos aceptan la integridad de los medios
acríticamente. De hecho, los resultados presentados en el informe muestran que
hay una tensión interesante entre los factores que explican el respaldo a los
medios en la región. Las oportunidades para informarse, en términos de
conocimiento político y educación, así como los esfuerzos por influir en las
opiniones políticas de los demás están relacionados de forma negativa con el
nivel de confianza en los principales medios de comunicación en las sociedades
de América Latina y el Caribe. “(Layton, 2012).
Es interesante destacar de este
estudio, que más allá de los supuestos por desentrañar en relación de los
motivos de la desconfianza (materia de este ensayo), la situación de Argentina no es coyuntural,
ni regional. Depende de factores de larga data que afectan a todo el globo. Lo
novedoso es la gran concentración de capitales puestos al servicio del armado
de protovisiones
y el corralito informativo, conceptos que trataremos de desentrañar y hacer
inteligibles a lo largo de este trabajo. Paulatinamente y tímidamente los
engaños son desenmascarados por las sociedades que planean un futuro más
democrático y más plural, camino elegido por la mayoría de los países de Latinoamérica
en el siglo XXI.
En la Argentina,
el posicionamiento de los grupos dominantes de la escena mediática como actores
políticos opositores durante la primera década del siglo XXI quedó revelado y
puesto en evidencia de manera masiva durante el lockout patronal sojero de 2008[1].
A partir de allí, una reforma en las
modalidades info-comunicacionales por parte del gobierno argentino de sus
propios actos (que eran escasa o nulamente difundidos por los canales
privados), programas de TV privada y pública de archivo[2]
coadyuvaron a correr el velo de las artimañas informativas de la desinformación
desde los medios, es decir, desde el
propio campo de juego.
Las poderosas técnicas de edición y tergiversación que
fueron y son denunciadas por estos programas generan espontáneamente un
nucleamiento en su entorno. Esto se debió en parte a que representaban un
espacio de adhesión al oficialismo político, pero fundamentalmente debido a la
creación de canales nuevos de expresión que anteriormente estaban vedados para
cierto tipo de pensamiento crítico hacia los medios hegemónicos de la
información. Numerosos actores de la sociedad argentina venían bregando desde
largo tiempo antes por la democratización en el ámbito de la comunicación
pública audiovisual[3],
pero recién se visibilizaba masivamente a partir de entonces.
[1] La resolución
125 y su tratamiento mediático fue para muchos argentinos el punto de partida
para comenzar a desplegar y consolidar una mirada crítica hacia la hegemonía
que hasta ese momento ejercían de hecho en la información pública empresas con
intereses privados que iban en contra del interés general. Basta decir que el
papel de estos medios fue central para convertir un reclamo de un pequeño
sector en una demanda generalizada que tuvo algunas características
destituyentes del legítimo gobierno democrático. Este conflicto será abordado
con más detalle en el capítulo 5
[2] (fundamentalmente
678 y TVR) ,secciones específicas en algunos programas (Detrás de las Noticias,
en DURO de Domar), la sección de la periodista e investigadora Mariana Moyano
en el noticiero de la televisión pública y secciones de diarios como “Gráfica
Registrada” de Tiempo Argentino. En radio Continental el programa de Victor
Hugo Morales “La Mañana de Victor Hugo” y el programa televisivo Bajada de
Línea.
[3] Desde el 2004,
se había conformado en Argentina la Coalición por una Radiodifusión
Democrática, integrada por distintos actores sociales como universidades, sindicatos
de trabajadores de la comunicación, organismos de derechos humanos, movimientos
sociales y cooperativos, radios comunitarias. Esta coalición elaboró los 21
puntos para una radiodifusión democrática que finalmente fueron el espíritu de
la ley 26522 de servicios de comunicación audiovisual. La plena vigencia de la
ley en la Argentina es un paso sustancial en vías hacia la democratización de
las comunicaciones y el recupero de la confianza ya que a través de aquella se
pone un tope a la concentración empresarial impidiendo las prácticas
monopólicas; (Baranchuk, 2011).
[1] Antony Guiddens
en “Consecuencias de la Modernidad” (1993) (Madrid, Alianza) define a los
sistemas expertos como “sistemas de logros técnicos o de experiencia
profesional que organizan grandes áreas del entorno material y social en el que
vivimos”
En la Argentina,
el posicionamiento de los grupos dominantes de la escena mediática como actores
políticos opositores durante la primera década del siglo XXI quedó revelado y
puesto en evidencia de manera masiva durante el lockout patronal sojero de 2008[1].
A partir de allí, una reforma en las
modalidades info-comunicacionales por parte del gobierno argentino de sus
propios actos (que eran escasa o nulamente difundidos por los canales
privados), programas de TV privada y pública de archivo[2]
coadyuvaron a correr el velo de las artimañas informativas de la desinformación
desde los medios, es decir, desde el
propio campo de juego.
Las poderosas técnicas de edición y tergiversación que fueron y son denunciadas por estos programas generan espontáneamente un nucleamiento en su entorno. Esto se debió en parte a que representaban un espacio de adhesión al oficialismo político, pero fundamentalmente debido a la creación de canales nuevos de expresión que anteriormente estaban vedados para cierto tipo de pensamiento crítico hacia los medios hegemónicos de la información. Numerosos actores de la sociedad argentina venían bregando desde largo tiempo antes por la democratización en el ámbito de la comunicación pública audiovisual[3], pero recién se visibilizaba masivamente a partir de entonces.
Las poderosas técnicas de edición y tergiversación que fueron y son denunciadas por estos programas generan espontáneamente un nucleamiento en su entorno. Esto se debió en parte a que representaban un espacio de adhesión al oficialismo político, pero fundamentalmente debido a la creación de canales nuevos de expresión que anteriormente estaban vedados para cierto tipo de pensamiento crítico hacia los medios hegemónicos de la información. Numerosos actores de la sociedad argentina venían bregando desde largo tiempo antes por la democratización en el ámbito de la comunicación pública audiovisual[3], pero recién se visibilizaba masivamente a partir de entonces.
[1] La resolución
125 y su tratamiento mediático fue para muchos argentinos el punto de partida
para comenzar a desplegar y consolidar una mirada crítica hacia la hegemonía
que hasta ese momento ejercían de hecho en la información pública empresas con
intereses privados que iban en contra del interés general. Basta decir que el
papel de estos medios fue central para convertir un reclamo de un pequeño
sector en una demanda generalizada que tuvo algunas características
destituyentes del legítimo gobierno democrático. Este conflicto será abordado
con más detalle en el capítulo 5
[2] (fundamentalmente
678 y TVR) ,secciones específicas en algunos programas (Detrás de las Noticias,
en DURO de Domar), la sección de la periodista e investigadora Mariana Moyano
en el noticiero de la televisión pública y secciones de diarios como “Gráfica
Registrada” de Tiempo Argentino. En radio Continental el programa de Victor
Hugo Morales “La Mañana de Victor Hugo” y el programa televisivo Bajada de
Línea.
[3] Desde el 2004,
se había conformado en Argentina la Coalición por una Radiodifusión
Democrática, integrada por distintos actores sociales como universidades, sindicatos
de trabajadores de la comunicación, organismos de derechos humanos, movimientos
sociales y cooperativos, radios comunitarias. Esta coalición elaboró los 21
puntos para una radiodifusión democrática que finalmente fueron el espíritu de
la ley 26522 de servicios de comunicación audiovisual. La plena vigencia de la
ley en la Argentina es un paso sustancial en vías hacia la democratización de
las comunicaciones y el recupero de la confianza ya que a través de aquella se
pone un tope a la concentración empresarial impidiendo las prácticas
monopólicas; (Baranchuk, 2011).
[1] Antony Guiddens
en “Consecuencias de la Modernidad” (1993) (Madrid, Alianza) define a los
sistemas expertos como “sistemas de logros técnicos o de experiencia
profesional que organizan grandes áreas del entorno material y social en el que
vivimos”
Excelente Ensayo sobre el corralito informativo. Es absolutamente necesario conocer un poco mas cada día todo aquello que tiene que ver con la vida de la gente. Esencialmente democratizar la comunicación y generar mayores espacios para que todos tengan voz, se vienen nuevos tiempos y es un desafío para todos. Gracias !!!