29.4.10

La era de la desinformación primera entrega - el programa político


El programa “político”

Apago la televisión. Me inunda la sensación de perderme algo. La prendo, pues entonces me sucede lo mismo.

La escena se repite una y otra vez. En primer plano, un político o intelectual defensor del establishment se arroga el derecho de hablar de “la sociedad” y de “lo que la gente quiere”. Del otro lado uno o varios periodistas “independientes” preguntan sin preguntar. La re-pregunta acontece cuando el entrevistado no logra trasmitir el espíritu de la posición dominante; cuando en definitiva, no se ha tenido el éxito discursivo suficiente y por lo tanto se lo refuerza. Paralelamente se invitan otros políticos, personeros de la posición “contraria”, como una suerte de puesta en escena democrática. “La censura más lograda es dejar hablar a gente que no dirá más que aquello que se espera diga” en palabras de Pierre Bourdieu. El éxito o fracaso de la emisión consiste en retener a los auspiciantes con el rating necesario, mientras que en apariencia todas las opiniones son respetadas. El veredicto final es prerrogativa del mercado y los negocios, mientras que los verdaderos interesados de los problemas de los que se hablan no participan ni debaten: escuchan pasivamente discursos pseudo-progresistas que calman la ansiedad individual de pertenencia a un colectivo social. Sin embargo, lejos de tejer lazos o nexos colectivos estos programas refuerzan un lugar de pasividad por excelencia asignada por los oligopolios globales a “la gente” y a “los ciudadanos” para que prosigan en sus miserias y descontentos individuales aún en sus triunfos: no proponen ningún cambio en el sentido democrático. Los cabeza-parlantes (talking heads en el lenguaje de Sartori) en primer plano deben ser incisivos en la forma pero no en el contenido. Deben tener la habilidad y rapidez necesaria como para mantener el suspenso y en el caso que se llegue al fondo de la cuestión desviar la atención inmediatamente con una intervención oportuna u otra “pregunta incisiva”. El broche de oro es la opinión “imparcial” de los periodistas que machacan con la idea central de la emisión, que casualmente es coincidente con la ideología del medio para el que trabajan.

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