2.5.10

La era de la desinformación segunda entrega - "el noticiero o telediario"







El noticiero o telediario

A la misma hora señalada comienza el festín de la violencia. Parece que las 20hs. es el horario habitual del morbo. Millones de televidentes globales han terminado sus quehaceres y encienden la televisión. Dada la imposibilidad de recorrer el mundo para enterarse de todo lo que ocurrió, el televidente delega esa facultad en los medios de comunicación. Pero la sorpresa es que no muestran más ni menos de lo que quieren mostrar. A cambio de mostrarnos lo que quieren mostrar, consumimos varias horas de publicidad, nuevamente a cambio de nada y por nada. Porqué deberíamos ver esto entonces?. Probablemente la mente humana, el nervio humano agotado por su jornada laboral no pueda soportar más que una sucesión liviana de imágenes superpuestas una de las otras. La atención está fija y centrada La lógica inmanente de los medios hegemónicos (cuya alma está al servicio de los negocios y del mercado) actúa en detrimento de la pluralidad de las noticias y enfoques, ya que un aumento de la competencia en ese campo, conlleva inevitablemente a la homogeneidad. Esto es producto de la avidez de noticias y temas al instante que “todos deben cubrir” para mantenerse al tope de la audiencia y el rating minuto a minuto. Esta homogeneidad conspira contra los intereses de la población que lejos de ser un pichón necesitado de la regurgitación de sus padres está ávida de poder “masticar” su propia vida cotidiana. Por lo tanto, cada recorte de la realidad se podría multiplicar por la cantidad de canales que hayan podido comprar los oligopolios. Ellos trasmiten en cadena nacional las 24hs. su propia agenda. Muchas veces, la clase política recurrió y recurre a sus servicios. Esto no es del todo malo de por sí. Lo malo es que la agenda que se difunde esté alejada de los intereses genuinos de la población, y no que simplemente refleje las necesidades de la clase aliada al grupo empresario y del grupo empresario mismo.

El noticiero comienza y en general también termina con un resumen de lo “destacado de la jornada”. Lo destacado en general, casi siempre es el asalto más violento, sencillamente porque vende. Esta situación se reitera en todo el mundo, no es un fenómeno nuevo ni particular. En la Argentina post resolución 125, el telediario oculta las buenas noticias. Recorta lo malo a sabiendas, ya no porque vende, sino porque su intención es hacer daño. La investigación periodística, el laburo concreto de entrevistar en pos de reflejar tan siquiera una parte de la realidad, se ha convertido en un burdo programa político de trinchera de la más baja estofa. Mientras se dedican quizás 20 minutos a un asesinato, tal vez los grandes logros de la sociedad quedan velados por un manto negro, que de a poco sabremos correr. Muchas veces los espacios son comprados por una empresa multinacional, o por las corporaciones globales para promocionar un nuevo producto de consumo. Otras veces se invita a un especialista o constitucionalista que respeta la línea editorial para opinar acerca de cual o tal cosa: es como un juez comprado por dinero sucio, ya que su opinión favorable a los intereses del medio en el que habla está garantizado.

Un claro ejemplo de esto es la asignación universal por hijo, que merece un masivo y amplio debate. Al igual que durante la sanción de las leyes de pobres en la Inglaterra de los albores del capitalismo moderno, parece que no estamos dispuestos a asumir discusiones que en sus entrañas contienen el fondo de la cuestión. Una de las medidas más progresistas de las que se tenga recuerdo resultan ocultadas, maniatadas por un cordón mediático que tiene un solo objetivo: ningunearla e invisibilizarla. Lo peor del caso es que este hecho confunde a propios y ajenos que siguen hablando de los hogares sin ingresos, cuya existencia ha quedado absolutamente y drásticamente reducida a partir de su implementación. Es hora de que comencemos a generar nuevos debates, ampliarlos y profundizarlos. Si el lugar no está en los medios, comencemos a generarlos nosotros mismos. Lo que no podemos seguir haciendo es dejar que otros nos impongan la agenda social, eso no puede seguir ocurriendo.


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